
Sólo hay un problema, el dinero
de la quincena solo le rindió una semana, busca en una cajita algo dinero, en el
último bolsillo de sus 3 carteras y
el pantalón que cargaba en la mañana cuando fue a la iglesia. Nada, el
dinero se le había negado, mientras repetía una y otra vez: “el Señor es mi
pastor y nada me faltará”. Atrás quedaron aquellos tiempos cuando se podía
salir los sábados o disfrutar una parrilla con los amigos el domingo en la
tarde.
De nada le sirvió vender su cupo de
dólares y arriesgarse a ser llamada por
CADIVI, ese dinero ya lo gastó, bueno en realidad no fue gasto, lo usó para
arreglar el baño que se antojó a dañarse.
Aparte de eso, el cambio del Banco
Provincial al Bicentenario
resultó en una deuda más; tenía
su crédito personal el cual era descontado religiosamente cada mes y el pago de
su Tarjeta de Crédito también se le descontaba casi sin saberlo, porque lo tenía para ser cobrado en la quincena del 25. Ahora, en el
Bicentenario, se olvidó de aquella deuda y fue
peor, una llamada de parte del provincial le informó que tiene 48 horas para
pagar sus deudas con el banco, fatal.
Es domingo, son las 8 pm y Carmen apenas pudo conseguir el pasaje de ida y sin quererlo comienza a renegar de todo, de su trabajo, de su vida, de su destino; mira la televisión y decide acostarse y a pensar que le espera una semana y media para volver a cobrar y el dinero no le ha alcanzado y el contrato colectivo está lejos todavía.
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